Como ingeniero de planta, he visto cómo un simple error en la configuración del sistema de control de temperatura puede reducir la calidad del aceite en hasta un 15% y aumentar los tiempos de parada no planificados en más del 30%. No se trata solo de ajustar una pantalla: es entender cómo el calor interactúa con cada etapa del proceso de prensado.
La temperatura durante el prensado influye directamente en la desnaturalización de proteínas y la oxidación del aceite. En estudios realizados por la Universidad de Córdoba (España), se demostró que mantener el rango entre 65°C y 75°C reduce significativamente el contenido de ácidos grasos libres (AGL) en comparación con temperaturas superiores a 85°C. Esto no solo mejora la claridad visual del producto final, sino también su estabilidad durante el almacenamiento.
1. Sensor mal posicionado: Colocar el sensor cerca de la entrada de material o en zonas con alta acumulación de calor genera lecturas falsas. La mejor práctica es instalarlo en el centro del cuerpo de prensado, donde la temperatura es más uniforme. Un estudio de campo en 12 plantas españolas mostró que este ajuste redujo los alarmas innecesarias en un 40%.
2. Ignorar la humedad del grano: Semillas con alto contenido de agua (>8%) requieren un calentamiento progresivo. Si se aplica calor brusco, el vapor interfiere con la extracción y daña el equipo. Usa un sistema de calentamiento por etapas: primero 50°C durante 10 min, luego sube a 70°C gradualmente.
3. Reaccionar tarde ante alarmas: Cada vez que suena una alarma de sobrecalentamiento (como “ALERTA 12”), no basta con reiniciar. Debes verificar si hay obstrucción, desgaste de rodamientos o mala distribución del flujo. Un protocolo rápido de diagnóstico puede evitar paradas de 2–4 horas.
💡 Consejo práctico: Registra todos los datos de temperatura y alertas diariamente. Con solo 2 semanas de seguimiento, podrás identificar patrones y ajustar tu operación antes de que surjan problemas mayores.
Si trabajas en una planta de prensado de aceite vegetal, tienes el poder de mejorar la calidad y eficiencia sin invertir en nuevas máquinas. Solo necesitas saber dónde colocar tus sensores, cómo leer las alarmas correctamente y ajustar tu proceso según la materia prima.
“No es cuestión de tener el mejor equipo, sino de usar bien lo que ya tienes.” – Juan Martínez, Ingeniero Industrial, España
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